Estos descubrimientos fueron realizados por Faraday, Gauss y Ampére, entre otros.
En el año 1891, d´Arsenval descubre que corrientes alternas superiores a 10 Khz. producen calor al aplicarlas al organismo sin provocar contracciones musculares, comenzando la aplicación de la radiofrecuencia en el campo médico.
En 1910 Whitnay, junto con los Dres. Calatayud y Cirera en España, fueron los precursores en el empleo de corrientes de alta frecuencia entre 0.5 MHz y 3 MHz, método conocido como diatermia.
A finales del siglo XX, Schwan, durante el año 1988, da un gran avance al relacionar la interacción de los campos electromagnéticos con los procesos biológicos, apareciendo el concepto de “Bioelectromagnetismo”. Chiabrera, en 1995, descubre que las ondas de radiofrecuencia inducen desplazamientos de iones estables, o bien provocan procesos vibratorios moleculares iónicos, incluso en las capas de electrones de los elementos que las componen, induciendo la reorientación
de moléculas bipolares, como el agua, aminoácidos, proteínas, etc. Blundel, en 1996, observa la afectación de los campos de radiofrecuencia en los procesos metabólicos celulares.
En un principio, los equipos de radiofrecuencia se diseñaron para uso terapéutico, como el electro bisturí, diatermia, etc.


Este descubrimiento científico ha permitido crear una tecnología de radiofrecuencia para uso en los
tratamientos estéticos, con capacidad para entregar la energía de radiofrecuencia de forma selectiva, tanto a nivel dérmico como en la grasa subdérmica, sin lesionar la epidermis en sus diferentes estratos, permitiendo tratamientos contra la flacidez y la celulitis en un solo acto terapéutico.